La grasa de nuestros cuerpos es un medio primario de almacenamiento de energía y también actúa como aislamiento contra el frío y como tejido protector de muchos órganos. Los elementos responsables de acumular grasas cuando el aporte energético es excesivo y de movilizarlas cuando el organismo requiere energía son los adipocitos. Los adipocitos, que conforman el tejido adiposo, se encuentran (junto con fibroblastos y macrófagos) en la hipodermis o tejido subcutáneo.
Existen dos tipos de tejido adiposo: TAM o tejido adiposo marrón y TAB o tejido adiposo blanco. El TAM en humanos rodea el corazón y los grandes vasos en la etapa de la infancia y tiende a desaparecer a medida que el individuo crece. El TAB, en cambio, es el mayor almacén de lípidos incorporados mediante la ingesta diaria. El volumen del tejido adiposo blanco (TAB) depende del número de adipocitos y de su tamaño, por lo que su crecimiento puede deberse a un incremento en el número de adipocitos o a un aumento de su contenido lipídico.
La excesiva acumulación de grasa en determinadas áreas del cuerpo, que acaba resultando antiestética, no tiene tanto que ver con la cantidad de grasa que contienen los alimentos que ingerimos sino con la energía excedente que le proporcionamos a nuestro organismo. Como hemos visto, los adipocitos se encargan tanto de almacenar grasas como de movilizarlas. Que se dé un proceso u otro dependerá de la energía que requiera nuestro organismo. Por ello es muy importante, si queremos evitar una excesiva acumulación de grasa, encontrar un equilibrio entre los diferentes factores (internos y externos) que influyen en la configuración de nuestros adipocitos: actividad física, hábitos tóxicos, hormonas, genética, edad, descanso, alimentación, etc.
Un primer paso, ciertamente, es revisar nuestros hábitos de forma global (alimentación, ejercicio físico, hábitos tóxicos, etc.). Existen cientos de artículos sobre el tema con muchos consejos para actuar en esta línea. Sin embargo, una dieta y estilo de vida saludables acompañados de una rutina de actividad física regular no son garantía per se para reducir los depósitos de grasa acumulados. Puede que con esfuerzo y paciencia se consiga una disminución del porcentaje de grasa total, pero para ver algún resultado en la grasa localizada se necesitarían quemar muchas calorías.
Para ayudar en este proceso y realmente incidir de forma directa en las áreas del cuerpo donde persiste la grasa acumulada, existen diferentes tratamientos profesionales que marcan la diferencia en una estrategia para reducir y remodelar el contorno corporal.
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